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PROCESO DE TRABAJO: Educar y Cuidar el Oído

Educar y cuidar el oído

Nuestra herramienta mas valiosa no tiene válvulas ni transformadores, ni se compra ni se vende, y si se estropea nunca volveremos a disfrutarla como antes. El oído es uno de los sentidos mas importantes, algunos dicen que mas que la vista, tanto para la supervivencia como para la vida social. Como técnicos de sonido, nuestra vida laboral depende enteramente de él.

Veamos cómo cuidar y educar nuestro oído, para no perder mucha audición y para enseñar a nuestro cerebro a sacar todo el partido de la información sonora que recibe. Hace treinta años la salud auditiva era bastante buena en general, pero hoy en día las cosas han empeorado bastante. Las nuevas tecnologías y los nuevos hábitos de vida y de ocio están estropeando nuestros oídos, seguramente viviendo en el campo estaríamos a salvo de muchos de los peligros auditivos de la ciudad. Como técnicos de sonido debemos tener especial cuidado para no dañar nuestro oído, evitándole los excesos de volumen, y también debemos adquirir algunos hábitos para educar y mantener nuestra percepción al máximo nivel. Si queremos ser unos buenos profesionales debemos aprender a escuchar lo que entra por nuestros oídos de una forma especial.

Lo que tenemos a los lados de la cabeza

Nuestros oídos son capaces de percibir una grandísima variedad de frecuencias y de niveles, incluso fuera de estos límites pueden darnos importante información no sonora. Parece que el silencio total no existe, sobre todo si lo intenta percibir un ser vivo, ya que las funciones vitales del cuerpo y el propio sistema nervioso producen un sonido que esta siempre presente, aunque ninguna vibración entre por los oídos. Una vez superado este nivel mínimo empezaríamos por percibir el sonido mas bajo para nosotros, este volumen mínimo o ‘umbral de audición’ es lo que hemos definido como 0 decibelios de presión sonora ó 0 dB SPL, es un cambio de presión de 20 µPa (0,000005 pascales). Este umbral es demasiado bajo para muchos nosotros, probablemente un niño pequeño pueda escuchar una señal de 1000 Hz con 0 dB SPL, pero una persona adulta necesita por lo menos 10 dB para poder percibir algo.

El umbral máximo no está definido porque dejemos de escuchar, sino porque aparece el dolor y dejamos de percibir cualquier cambio de volumen. Por favor deja un voto o comentario, es lo único que obtengo del blog. Es muy interesante saber que antes de llegar al umbral del dolor nuestro cuerpo tiene mecanismos de protección destinados a evitar daños en el oído interno. Solo el hecho de que existan estos mecanismos, ya nos avisa de que los sonidos demasiado altos nos pueden traer problemas. Cuando un sonido llega al oído lo primero que se encuentra es el tímpano, que transmite las vibraciones al interior del oído por medio de los huesos llamados estribo, yunque y martillo. Éstos huesos actúan como un adaptador de impedancia para transmitir los niveles adecuados a la cóclea, que es donde las células ciliadas realmente perciben el sonido.

Como vimos en el artículo Altas Frecuencias de Muestreo, las frecuencias que podemos percibir conscientemente van desde 20 ciclos por segundo (Hz) hasta 20.000, de nuevo esto es lo que dice la teoría, porque en la práctica ambos límites son demasiado optimistas. Parece que alrededor de los 20 años es cuando se pueden oír las frecuencias mas altas, para ir reduciéndose al ritmo aproximado de 2.000 Hz cada 10 años. Por tanto en los agudos se llegan a percibir 18 KHz con 20 años, y a los 60 años solo se perciben sonidos de 11 KHz o menos.

Nuestros enemigos

Las células ciliadas son las que perciben las distintas frecuencias, digamos que están bastante especializadas y cada célula es sensible a un rango específico de frecuencias. Como siempre la especialización viene asociada a la fragilidad, y para evitar que dejemos de escuchar unas frecuencias por el agotamiento de una célula, las células ciliadas siempre existen por parejas. De esa forma cuando una se agota, la otra comienza a trabajar y se alternan en el trabajo. Cuando nos exponemos a altos volúmenes durante demasiado tiempo ambas células se pueden agotar, por lo que nuestra sensación sonora se verá deteriorada.

El extremo indeseable es la muerte de las células, pero mucho antes de eso el dolor nos avisa del peligro inminente. Aún así el volumen demasiado elevado puede acabar deteriorando mucho nuestras células ciliadas y el nervio auditivo (el que lleva la información al cerebro), y puede producir ese pitido que se queda en nuestro oído al salir de un concierto y que tarda varias horas en desaparecer. Cuando repetimos este extremo demasiado a menudo puede aparecer el tinitus, que es la permanencia constante del pitido, es lo más parecido a una tortura sonora según dicen quienes lo sufren. Estas personas han llegado al extremo tantas veces que el stress de su nervio auditivo ha producido una lesión permanente e incurable, haciendo que el ‘sonido’ se produzca en el propio nervio. Varias estrellas del rock’n’roll de los años ‘60 y ‘70 lo sufren, parece que el alcohol, el tabaco, la cafeína y otras sustancias aumentan el peligro de padecer tinitus.

Como dijimos antes el oído se protege ante el volumen excesivo, y lo hace añadiendo rigidez a la cadena de huesos encargados de transmitir las vibraciones del tímpano al oído interno. Las articulaciones que unen el estribo, el martillo y el yunque se hacen menos flexibles para transmitir menos volumen y proteger a las células ciliadas. El trauma acústico es la enfermedad producida cuando esta rigidez es demasiado frecuente, entonces empieza a ser mas difícil volver a la flexibilidad normal y comienza lo que llamamos sordera. El problema se puede agravar si no se trata a tiempo, porque las células ciliadas que no se excitan regularmente pueden empezar a atrofiarse, es un proceso sin marcha atrás.

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Otro problema menos grave y mas común es la fatiga auditiva, se produce cuando exponemos nuestros oídos a un volumen relativamente alto durante mucho tiempo, también aumenta cuando mayor es la cantidad de armónicos presentes en el sonido, es decir cuando más complejo es el sonido o cuanto más cantidad de ‘ruido’ lo compone (entendiéndolo como ruido rosa o blanco). Además la fatiga auditiva tiene un componente muy importante de atención, por lo que la notaremos antes si estamos concentrados en lo que oímos. De hecho este es el problema más común entre los técnicos de sonido, los síntomas los conocemos todos: empezamos a ser menos sensibles a los sonidos suaves y a los agudos.

Son dos cambios de percepción que pueden traer problemas a nuestro trabajo, y normalmente nos damos cuenta de ellos cuando volvemos a escuchar una mezcla, al día siguiente de haber pasado una jornada demasiado larga mezclando, concentrados, escuchando música con demasiado volumen o con un equipo de amplificación de baja calidad. Si trabajamos con fatiga auditiva dejaremos de escuchar la reverb (por tener un nivel bajo respecto a los otros sonidos) y necesitaremos más y más agudos para escuchar la mezcla equilibrada, al final terminaremos con demasiada reverb y demasiados agudos, será como haber vuelto a los años ‘80.

Si no tenemos un buen equipo, si nuestros altavoces no son buenos, es muy posible que estemos escuchando un nivel de distorsión demasiado alto, eso hace que suframos de fatiga auditiva antes. Distorsionar un sonido es como añadirle ruido de forma ‘armónica’ con lo que se consigue que la complejidad aumente y la textura sea mucho más densa, todo ello supone mayor esfuerzo para nuestro sistema auditivo.

Pero el peor escenario para este problema son los auriculares intra-aurales, conectados a un MP3 en la calle y el transporte público. Intra-aurales son los que se meten dentro de la oreja, que no llevan ninguna espuma y son pequeños, normalmente suelen quedar a 2 cm del tímpano (es la longitud del canal auditivo) y eso ya es demasiado cerca. El problema que tenemos con estos cascos es que necesitamos pedirles mucho volumen para poder escuchar la música por encima del ruido ambiental, porque nuestras orejas siguen libres y trabajando, recogiendo todo lo que ocurre y conduciéndolo hacia el oído interno donde se mezcla con la música del MP3. Los cascos que cubren las orejas nos aíslan mejor del ruido porque impiden que éstas recojan el ruido de la calle, por eso permiten que la música tenga menos volumen, además están mas alejados del tímpano.

Normalmente ni los auriculares ni el reproductor tienen una calidad comparable al estudio de sonido, y eso se refleja en la música con terribles ecualizaciones y mucha distorsión, dos problemas que maltratan nuestro oído y provocan fatiga auditiva. Por supuesto que lugares como discotecas y conciertos de rock suelen ser malos para nuestros oídos, muchas veces porque el equipo de amplificación distorsiona, y casi siempre porque el volumen es demasiado alto. El problema es que muchos trabajamos en los conciertos, y no podemos faltar, pero sí que podemos llevar tapones cuando sea posible.

Cuando tenemos fatiga auditiva lo que ocurre es que después de mucho tiempo con música alta y concentrados en ella, nos resulta cada vez más difícil mantener la atención, el nervio auditivo empieza a necesitar un descanso y la química molecular del oído puede agotarse y necesitar mas suplementos de los disponibles. Todo se arregla con un descanso.

En el estudio la mejor manera de evitar la fatiga auditiva es el silencio, una pausa de uno o dos minutos será suficiente para que nuestro oído se recupere. Lo mejor es descansar en silencio, pero si el músico se empeña en contarnos sus batallitas tampoco será un problema, lo importante es no escuchar música ni nada que requiera nuestra concentración en el sonido. Si podemos salir al aire libre, relajarnos y respirar profundo un par de veces será mejor todavía.

El cuidado de nuestros oídos es mucho mas importante de lo que pensamos, seguramente todos hemos escuchado a alguien mayor que nosotros decir que los jóvenes no sabemos lo que tenemos, que no aprovechamos el tiempo ni cuidamos nuestro futuro. Puede que tengan razón (o no) sobre nuestra vida, pero sin saberlo tienen razón sobre nuestro oído: los daños que provoquemos en nuestro sistema auditivo probablemente se quedarán con nosotros para siempre, agravándose en el peor caso. Por eso el cuidado de nuestros oídos es tan importante, y más si los vamos a usar para trabajar y disfrutar con la música. Incluso cuidando de no someternos a altos volúmenes y otros ataques sonoros, nuestro sistema auditivo se va deteriorando inexorablemente como hemos visto antes, y pasados los 20 años vamos perdiendo gradualmente la capacidad de escuchar las frecuencias mas agudas.

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Lo que podemos hacer Las y los técnicos de sonido deberíamos hacernos una sonometría anual, algo innecesario para un conductor de autobús pero vital para quienes queremos vivir escuchando. De hecho es algo que nos ayudará a conocer cómo percibimos las distintas frecuencias, y que nos servirá para ensayar un ejercicio auditivo muy útil. Una sonometría es un proceso bastante sencillo: nos metemos en una cabina aislada acústicamente con unos auriculares, y el/la otorrino nos va a ir poniendo distintas frecuencias con distintos volúmenes en cada oído, todo lo que tenemos que hacer es decirle si escuchamos algo o no. Normalmente las frecuencias que se usan son: 125, 250, 500, 1000, 2000, 4000, 6000 y 8000 Hz, y si se detecta algún problema se prueba también con 750 y 3000 Hz. Los niveles que se utilizan van desde los 0 a los 40 dB HL, teniendo en cuenta que en el campo de la medicina el umbral de audición esta 10 dB más alto que en el sonido profesional, es decir que 0 dB HL son 10 dB SPL.

Se considera un problema auditivo cuando no se percibe bien una frecuencia con 40 dB HL. Las siglas HL se refieren a Hearing Level, en castellano Nivel de Audición. Para nosotros es muy importante el cuidado y también la educación de nuestros oídos. Debemos darnos cuenta de que la atención es el mejor amplificador/atenuador que tenemos, que puede hacernos entender lo que ‘hablamos’ en una discoteca, que nos permite dormir en un entorno ruidoso cuando estamos cansados, y que hace posible que escuchemos las notas o ‘aislemos’ el sonido del bajo a pesar de estar mezclado con otros siete instrumentos que tocan a la vez. Y es en la atención donde los técnicos de sonido tenemos nuestra mayor baza, es donde más debemos trabajar para aprender a escuchar lo que otros no pueden, y para llegar a percibir detalles que los más experimentados usan para conseguir esa calidad que queremos para nuestras mezclas.

Quizá la educación auditiva mas importante es aprender a reconocer la fatiga auditiva. La dificultad para concentrarnos y para resolver sencillos problemas lógicos (¿por qué no retorna este delay?), la pérdida de pequeños detalles, la necesidad de subir los agudos y la reverb deben ser los avisadores de que hemos sobrepasado nuestro tiempo de trabajo productivo y hemos entrado en la zona de ‘perder el tiempo’. Si estamos atentos a cómo escuchamos y trabajamos, aprenderemos a prever la fatiga auditiva antes de que llegue y sabremos cuánto tiempo necesita nuestro cuerpo para descansar y poder volver a darnos el cien por cien. También quiero proponer algunos ejercicios que nos ayudarán a mejorar nuestra ‘concentración sonora’ y nuestra memoria auditiva, dos capacidades que distinguen a los mas grandes técnicos de sonido y de masterización:

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PROCESO DE TRABAJO: Escuchando la mezcla

Escuchando la mezcla

Escuchar una mezcla es lo mas importante de nuestro trabajo, es a lo que mas tiempo dedicamos y lo que mas concentración necesita, sin embargo es algo que parece no merecer mucha atención. Como todo lo que necesita esfuerzo y concentración, la escucha parece convertirse en un problema si queremos que una clase de sonido sea divertida, y será un tabú para cualquier publicación comercial, nadie quiere aburrir a sus lectores (si es que pagan el sueldo de la plantilla) con consejos o reflexiones acerca del acto de escuchar. Parece algo que el técnico puede tener o no tener, algo que no se puede enseñar ni aprender. Yo estoy totalmente en desacuerdo con esta creencia, la escucha se puede enseñar y aprender, solo hace falta paciencia y tener claro nuestro objetivo: no depender de las máquinas y confiar en nuestro oído mas que en ellas.

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